Sierra Nevada, el macizo montañoso más alto de la España peninsular, une y separa la comarca de las Alpujarras de la ciudad de Granada. Si quisiéramos llegar por el camino más corto a la capital desde alguno de los pueblos que alfombran esta extraña región de bosques, barrancos por donde se despeña la nieve derretida y veredas que en apariencia no conducen a lugar alguno, no tendríamos más remedio que trepar hasta los pies de las cumbres del Mulhacén (3479 m) y el Veleta (3396 m) y sortear sus lagunas glaciales; tropezaríamos entonces con manadas de cabras hispánicas y vislumbraríamos a lo lejos, con solo dirigir nuestra mirada hacia el sur, el quieto Mediterráneo y la costa norteafricana tras él, como un horizonte lejano, abstraído y poético.
Sierra Nevada, el macizo montañoso más alto de la España peninsular, une y separa la comarca de las Alpujarras de la ciudad de Granada. Si quisiéramos llegar por el camino más corto a la capital desde alguno de los pueblos que alfombran esta extraña región de bosques, barrancos por donde se despeña la nieve derretida y veredas que en apariencia no conducen a lugar alguno, no tendríamos más remedio que trepar hasta los pies de las cumbres del Mulhacén (3479 m) y el Veleta (3396 m) y sortear sus lagunas glaciales; tropezaríamos entonces con manadas de cabras hispánicas y vislumbraríamos a lo lejos, con solo dirigir nuestra mirada hacia el sur, el quieto Mediterráneo y la costa norteafricana tras él, como un horizonte lejano, abstraído y poético.
Gerald Brenan decía, hace un siglo, que las Alpujarras eran un insólito país que no guardaba relación alguna con el resto de Andalucía. Cuando sus amigos londinenses, escritores del denominado grupo de Bloomsbury, llegaban de visita, Brenan los hacía entrar en los pueblos más recónditos de la comarca. Entonces, Virginia Woolf, Dora Carrington o Lytton Strachey no tenían otra salida que reconocer que se hallaban en un lugar excéntrico y distinto a todo, herencia de los últimos moriscos mezclada con la sangre de cristianos viejos tras agotadoras batallas que habían quedado arrinconadas en los libros de historia.
El camino que lleva hasta los pueblos del barranco del Poqueira se ensancha frente al valle. El barranco, una herida geológica a los pies del Mulhacén, lo conforman tres pueblos. Pampaneira, Bubión y Capileira son los municipios más conocidos de la comarca, pero también los más encantadores y los que poseen mayores comodidades para el viajero.
A la entrada de Pampaneira, un azulejo artístico llama la atención del visitante: «Viajero, quédate a vivir con nosotros». Esa invitación convierte el paseo por las calles en una iniciación histórica del pueblo y su comarca. En cada esquina aguardan leyendas y crónicas, cuando a lo largo del siglo xvi, perdida Granada, los súbditos nazarís hallaron asilo en estas soledades antes de que las insurrecciones los obligaran a exiliarse en la orilla sur del Mediterráneo. Los nombres de estos municipios evocan, además, otros territorios. Los historiadores no se ponen muy de acuerdo, pero al parecer fueron colonos procedentes de tierras asturianas y gallegas los que se instalaron en estos pueblos cuando los últimos moriscos fueron expulsados.
Capileira es el pueblo más alto del barranco. Y el más bello. Su barrio bajo esconde alguno de los rincones más delicados de la arquitectura vernácula de la Alpujarra granadina. Son calles mínimas, zigzagueantes, que suben y bajan, callejones sin salida, una trama laberíntica por debajo de la iglesia de la Virgen de la Cabeza que cobra un atractivo singular cuando cae la tarde, a la hora azul en que prenden las farolas y su luz anaranjada ilumina los rincones silenciosos y las plazoletas sin nadie en ellas.
En Capileira, además, abre sus puertas el Museo Pedro Antonio de Alarcón, autor de La Alpujarra: sesenta leguas a caballo precedidas de seis en diligencia (1874). Es un museo de artes y costumbres populares dedicado al escritor granadino, una casona típica cuyo interior atesora la memoria cotidiana de estos pueblos arracimados en la ladera sur de Sierra Nevada. Las estancias más interesantes son las que muestran fotografías antiguas y enseres de labranza.
De Capileira parte una carretera de alta montaña que trepa hasta los 2500 m de altitud. Desde allí las vistas son impagables. Se divisan las cumbres más altas del macizo y el Mediterráneo se cuela entre los pliegues de las últimas montañas que a modo de escalón nos separan de las orillas de la mar. A partir de esta cota los vehículos a motor tienen prohibida la circulación. Los últimos bosques de coníferas marcan los límites del parque nacional. Los senderos trepan hasta las cumbres más altas de la sierra, la denominada «Integral de los 3000», una ruta solo apta para montañeros experimentados.
Fuente: https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/alpujarras-ruta-mas-inspiradora-por-pueblos-blancos-granada_17442